martes, 22 de noviembre de 2011

¡Si a mano viene!

No faltaba más sino que se sorprendieran de la extraordinaria amplificación que ha tenido el fenómeno de UPyD en las urnas del 20-N aquellos que durante muchos años han permanecido imperturbables mientras observaban cómo en el tarea de gobernar el Estado los pájaros tiraban a las escopetas. Porque sería el colmo que los más sorprendidos, como parece, fuesen aquellos que han consentido, cuando no (re)animado (negociaciones directas y bilaterales sobre el Estatut de Catalunya con un, entonces, CiU agónico), un modelo de gobernar las principales administraciones públicas enormemente condicionado por minorías periféricas cuando no por grupúsculos sociales. Minorías, de diferente naturaleza, que ni siquiera representaban a los ciudadanos de un territorio o un segmento social sino los beneficios de un colectivo en el seno de una Comunidad Autónoma o en un grupo concreto de la sociedad. ¡Por supuesto no hay ciudadano, o colectivo de ellos, tonto para su provecho mientras se le permita campar por sus respetos! En modo alguno, pretendo dar a entender que las minorías hayan de carecer de representación y capacidad de influencia en Política. Por el contrario, en mi opinión, han de tener toda la fuerza que simétricamente les corresponde según el conjunto de la población que representan. Está cantado, por consiguiente, que con la legislación electoral vigente los ciudadanos seguirán sin ver la defensa de sus intereses con idéntica proporcionalidad. En pocas palabras, si de cualquier manera en los próximos comicios electorales se produce otra sustancial subida de UPyD no les quepa la menor duda de que habrá quien se asombre… sin reparar en este agravio comparativo que facilita que el interés particular se anteponga al general. ¡A ver!

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