martes, 7 de diciembre de 2010

Quedarse en cruz y cuadro

En la vasta trayectoria pública del partido “socialista” en Catalunya (PSC), durante el actual período democrático, jamás se le vio tan contra las cuerdas como en estos días. Sacudido sin piedad por los resultados electorales del pasado 28 de noviembre, sorprende que sus líderes no cierren la guardia a puro garrotazo y tente tieso. Tal es así, que, la visión múltiple sobrevenida por años de arriesgada actividad, ahora, tras el golpe directo recibido, parece haberles producido incluso un desdoblamiento de personalidad o lo que es lo mismo… de alma. Mudables como la Luna, algunos de sus componentes, pertenecientes al sector ultracatalanista, prosiguen en su recital de fintas sobre refundación, de cara a la concurrencia, cual macarenos de taberna. No satisfechos con los golpes bajos lanzados durante dos legislaturas en el poder en contra de su parroquia de electores catalanes (que no catalanistas), ahora pretenden rivalizar con el mismísimo PSOE en el cuadrilátero del Congreso de Diputados. Entre asaltos, conmueve ver a los dirigentes derrotados en su esquina mirando el moco y no de dónde cuelga, mientras el ala más nacionalista, a su alrededor, no ceja en hacer mangas y capirotes con sus morrocotudos dislates patrióticos. Hay dicotomía en el verdadero púgil socialista que no muda cada semana, como camisa limpia: los partidos políticos como las instituciones públicas se deben a los ciudadanos y nunca al contrario como pretende el nacionalista a ultranza. Pero, en las postrimerías de la pugna, es de ver al cuidador de las esencias “verdaderas” ocultando la toalla mientras advierte al árbitro, en cómica pantomima, de la inminente mudanza del Partido al barrio de los calvos; es decir, a la fantasmagórica sepultura que él mismo ha excavado en el cementerio. ¡Jesús, María y José!

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