lunes, 22 de noviembre de 2010

Al mejor cazador se le va una liebre

Estimado amigo:
Que no ha despertado notoria satisfacción, entre la inmensa mayoría del respetable en Catalunya, este espectáculo a modo de alianza gubernamental a la que se ha dado en llamar Tripartito, hace ya la friolera de más de siete años, es de dominio público. Sin embargo, en la primera singladura legislativa, pese a que muchos catalanes no tardamos en padecer los primeros efectos de tan singular congregación política, la acción de gobierno fue fiel al epígrafe del que, sin sentirse totalmente cómodos todos los integrantes, aún no renegaban; es decir, que aun accidentadamente se comportaban como una sola gerencia administrada por tres partidos con distinto grado de jefatura en función de número de sufragios recibidos. Una prueba inequívoca de ello es que cuando las estridencias provenientes del Govern irrumpieron en la escena mediática con gran estruendo (“Dragón Khan”) hasta convertirse en innegable protagonista del primer y arriesgado periplo de esta índole en la más alta institución autonómica, hubo quien (President) tomó la determinación de echar mano de las destituciones en Conselleries (bien por asunción de la gobernación del timón en unos casos, bien por sucumbir a cantos de sirena federativos –en exabruptos al mismísimo Presidente-). En tan particular odisea, los principales protagonistas depurados pasaron a la palestra de nuestra insigne Historia no precisamente por surcar inexploradas aguas mediterráneas sino por otra serie interminable de sinuosos y arriesgados periplos. Entre los más señeros procede colocar ribete de oro a un “silencioso” y relámpago viaje a una archiconocida ciudad del sur de Francia, a escasos kilómetros de la frontera; sin pasar por alto otro cuyo coronamiento nos ha de transportar a la mismísima Tierra Santa con el objeto presenciar un “jocoso” y enmarcado momento sin parangón en las instantáneas lindes del despropósito. Prosiguiendo en la enumeración de tan “sosegados” paseos el siguiente ha merecido prescindir del punto y coma para teclear un punto y seguido porque no hallaremos otro que mejor encarne la candorosa inocencia eco-socialista sino aquel movido por el eje de la hélice de un público helicóptero que gira en torno a la conciliación familiar y el molesto servicio a la sociedad durante el fin de semana.
Antes de las posteriores elecciones al Parlament, conocedor del rechazo que despertaba esta fórmula del Tripartito entre la población, quien terminó al mando de la nave en la segunda saga al frente de la Generalitat ya renegó públicamente del artefacto político; no obstante, eso no fue óbice para que lo reeditara con idéntico y penoso resultado, hoy por hoy, es decir, a una semana de que concluya tan traumática y chirriante experiencia. En el transcurso de la actual legislatura y pese a repetir los mismos partidos políticos con la misma coherencia ideológica (en la teoría, progresista), en esta ocasión (en la práctica) han sistematizado un peculiar modo de gobierno caracterizado por la cohabitación de tres gobiernos con sus competencias milimétricamente delimitadas con el propósito de evitar colisiones al menos en ese aspecto. Pero llegados a este extremo con tales alforjas empíricas, inmersos en plena campaña electoral convendría llamar al pan, pan y al Tripartito, Trigeneralitat o cualquier término de nuevo cuño que mejor estime el lector. Aunque sólo fuere para evitar incurrir en clamorosa contradicción semántica como la que tuve oportunidad de presenciar en un debate preelectoral, en el improvisado plató televisivo de la sala magna de cierta universidad de la parte alta de Barcelona, donde el licenciado, alto cargo institucional y representante independentista, al tiempo que parecía sentar cátedra al sentenciar que esta “maravillosa” inmersión lingüística en catalá impuesta en la escuela pública logra que los niños en Catalunya sean unos de los que mejor puntuación sacan en Lengua Castellana de toda España, sostenía que nuestra Comunidad Autónoma era relegada al puesto… “onceavo” (creo recordar), después de cierto “injusto” reparto estatal. Retirando la anécdota anterior al rincón de la margen de este escrito al modo de una mera acotación, el hilo argumental del tema que nos ocupa prosigue exponiendo un ejemplo gráfico que la misma tripleta de actores han puesto en relieve en el fragor de intestinas luchas por retener algún puñado de los votos que la mayoría de las encuestas pronostican que perderán posicionados como contrincantes a ultranza entre los que se distingue paradójicamente a dos partidos desde los que se promete a los electores como descosidos reformar significativamente, incluso abolir, aquellas leyes o preceptos que se aprobaron a instancias del tercero en liza como se aprecia nítidamente en la norma que limita la velocidad a 80 km/h en los accesos a la capital, hasta cuando se transita por despejadas y amplias autopistas.
Este punto y aparte anterior (¡lo saben, eh?) labra predecible y aterradora imagen sobre un hipotético tercer Tripartito que, al igual que en precedentes oportunidades, los mismos interesados se apresuran a desmentir, pero que de posibilitarlo la razón de la aritmética casi nadie descarta. Conque cada quisque atine con el voto como le dé la realísima gana, que si malo ha sido, al menos para el infrascrito, el Tripartito, se imagina usted un pacto postelectoral… a la griega: vaya, quien no se consuela es porque no quiere.

Sin otro “Tripartito” (¡ay, perdón! pretendía decir particular), un cordial saludo

Eduardo González Palomar

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