miércoles, 20 de octubre de 2010

Barre la nuera lo que ve la suegra

Aparentemente, ceder a la obstinada ambición de los que en este territorio pretextan defender el bien común, alertándonos de los estragos que nos acarrea el infame “déficit fiscal de Catalunya”, es una propensión natural en cualquier individuo. No obstante, respecto a lo anterior convendría no pasar por alto el porqué a estos interesados sujetos que dotan de capacidad para poseer déficit fiscal a un determinado territorio en España pasan por alto el mayor desequilibrio fiscal que existiría entre la provincia de Barcelona y las del resto de Catalunya o el aún superior que hallarían entre el barrio de Pedralbes (Barcelona) y el de La Mina (Sant Adrià de Besòs). En términos de irrefutable realidad podríamos hallar el máximo exponente en desproporción hacendística entre el individuo que de manera fehaciente más tributa y el que menos.
Bajo los efectos de un paroxismo patriotero muchos se erigen en la voz de Catalunya (¡vaya usted a saber si es por ello que a mis 43 años aún no he acertado a discernir si Catalunya habla con voz gutural o nasal?) desde tribunas mediáticas, simples asociaciones privadas (debidamente subvencionadas con dinero público) o instituciones gubernativas de rango menor. En el supuesto de que lo que pretendan fuere hacerlo en nombre de los catalanes, huelga decirles que somos de toda condición y pelaje. El “hecho diferencial” al que tanto gustan traer a colación desde el mundo soberanista a modo de extraordinario aglutinante catalanista se hace añicos con sólo darse un atracón de realidad a pie de calle y constatar lo mucho que nos aleja ideológicamente a unos de otros; la diversidad racial o lingüística de nuestros conciudadanos; el abismo que dista entre los que son creyentes religiosos y los que, como un servidor, se saben agnósticos por tolerancia y ateos por convicción y tantos otros hechos diferenciales “autóctonos” como el espacio, el tiempo y la capacidad de nuestras seseras nos permitiesen exponer. No obstante, todo lo expuesto anteriormente no debería ser obstáculo para que unos seres humanos fueren iguales en derechos y obligaciones en cualquier sociedad que como tal aspire a llamarse democrática.

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