miércoles, 29 de diciembre de 2010

Por la uña se saca al león

Tras la toma de posesión en la presidencia de la Generalitat de Catalunya de su quinto máximo representante, en la actual singladura democrática, descubrir “normalidad” y “plena fidelidad al pueblo de Catalunya” se me antoja gestión harto embarazosa. En las altas esferas institucionales, quien más, quien menos, puede apreciar una violenta desproporción de apellidos “patrios”, sostenida ininterrumpidamente en este periodo democrático, que da para enfrascarse en un raudal de conjeturas. En un pestañear, se alcanza a repasar cómo se apellidan los cinco presidentes, los miembros del que será futuro Govern o los componentes de cualquiera de los Parlamentos legalmente constituidos. Sin duda alguna, entre el pueblo llano, los factores transitan por derroteros diametralmente opuestos. Como, hoy por hoy, no me derrapan las neuronas, debo admitir que este singular capricho tan desviado de la Realidad se debe a la preferencia popular expresada periódicamente en las urnas. Sin embargo, por un sí o por un no, ¿sería descabellado sostener que la multiplicidad de los Montilla, Fernández, Cañas… normalizarían nuestras instituciones públicas más conspicuas? ¿Contribuiría en este sentido que el voto computase igual, a efecto de representatividad, indiferentemente de la división del territorio en el que se deposite?, ¿desviaría el resultado final que los partidos políticos eligiesen democráticamente a sus candidatos en primarias?, ¿operaría cambio alguno el hecho de que se optase por el sistema de “lista abierta” para que, en última instancia, siempre fuera la voluntad general quien determinase los miembros de cada partido político? ¡Vaya usted a saber! No obstante, sacaremos algo en limpio si en esta legislatura se acomete de una vez para siempre una Ley Electoral que anteponga la persona al territorio y en partido político, la democracia al totalitarismo. En suma, sé que para muchos ultracatalanistas se arma un trepe, cuando se advierte que en Catalunya “normalizar” las instituciones públicas, en lo tocante a apellido y “llengua” “patrio”, significa, paradójicamente, desempeñar la acción contraria a la que el sentido común indica. Créame, mi intención no es dar la tabarra, pero resulta que en toda tierra de garbanzos, seis gansos y seis gansas son… doce gansos.

Blog de interés: http://agorasocialista.wordpress.com/

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¡Ah de la casa!

Acostumbro a anteponer la Razón al Sentimiento. A diferencia del nacionalista parcelario, me escudo en la Razón para salvaguardar lo que es mío: la Libertad. Mío no es el código lingüístico en el que por lo común me comunico, ni siquiera es mi patria un territorio determinado por más que haya nacido sobre él y en estos precisos momentos en él madure. Quizá por tan saludable inclinación doctrinal jamás colgó del balcón de mi casa bandera alguna, ¿y del suyo? Si alguien advierte sombra alguna de Nacionalismo en mi proceder es tanta como admite la concordancia con el mismo rigor argumental que me espolea a preferir Catalunya a la Tribu. Por consiguiente, es razonable que me sienta más español que catalán y prosiguiendo en este orden de razonamientos, más europeo que español, pero más cosmopolita que europeo. Es decir, que me tengo por lo que se da en llamar un internacionalista por antonomasia. No soy amigo de comulgar con nacionalistas al uso, mas no me duelen prendas si participamos de algún postulado. Antaño, mi abuelo materno fue recluido tres años en un campo de concentración franquista; hogaño, otros nacionalistas, desde instituciones públicas en Catalunya me conculcan derechos lingüísticos e ideológicos de modo totalitario; esto es, vulnerando el código legal vigente del que nos hemos dotado todos en Democracia. Rechazo de plano pasar de un extremo a otro; no obstante, entre mis preferencias no hallará doblar el espinazo o arar el mar. Por lo tanto, colaboro codo con codo con señalado partido político o deposito mi papeleta de voto en democrática urna aunque no comparta el ideario completo a pies juntillas. Vaya, que como me sé insignificante sólo trato de inclinar mínimamente la balanza programática de quienes nos gobiernan desde nuestras administraciones oficiales. Después de 43 años por estos parajes y algunos menos en uso de razón, aún no he tropezado con lengua o patria alguna que engendre seres humanos de sublime virtud. En último extremo, no soy individuo que ande arreglando discordancias a pedradas, conque de usted, que reside en suntuosa morada ideológica, sólo deseo apaciblemente que no me mire de través y santas pascuas.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Mascar, mientras ayuden los dientes

Sin novedad en el frente, esta nueva etapa política en Catalunya, arranca con la elección de la primera “Presidenta” del Parlament. En un soplo, ha ejercido el protagonismo que su cargo trae aparejado, al no escaparse por la tangente en entrevista realizada desde cierta emisora radiofónica. Inmediatamente, ha avanzado por qué cauces fluirán ríos de tinta en la novena legislatura: “el concierto económico o el pacto fiscal”. De tal forma que, nos espera más de lo mismo en la tarea de proseguir exacerbando a los ciudadanos con la monomanía de la “financiación autonómica”. Los resultados, tras el correr del tiempo, dirán si es palo o pedrada, puesto que en el pasado todo máximo responsable del Govern, incluido aquel perteneciente a la federación de la que forma parte, se vanaglorió de mejorarla substancialmente. No obstante, en lo concerniente a tangibles réditos para las clases gruesas de la sociedad, al menos en tres áreas básicas (Sanidad, Educación y Bienestar Social), siempre fue más el ruido que las nueces. Salvando los obvios avances que la investigación y la ciencia han puesto a nuestra disposición, incluso en tiempo de vacas gordas, la calidad del servicio público se vio mermada como tres y dos son cinco. Desde luego, no por falta de formación y buena voluntad en los funcionarios que la administran en última instancia. En este orden de cosas, no se comprende ni papa y da qué pensar que crecidas partidas presupuestarias oficiales no hayan cesado de canalizarse, por un tubo, hacia entidades privadas de modo exponencial. Tal es así que, desde hace demasiado tiempo, lo que se “dice” en nuestras instituciones políticas más inmediatas no entra en docena con lo que se “hace”. Vaya que, para muchos ciudadanos, a tenor de lo acaecido hasta ahora, viendo cómo trepan impuestos o tarifas de servicios de primera necesidad y cómo se desliza la excelencia de las prestaciones públicas, qué administración nos gestione el erario común ni fu ni fa. En dos palabras, quien lo tiene crudo para “recuperar todo lo que se ha perdido en estos años” no es la insensible casta política de Catalunya sino el más desfavorecido de nuestra sociedad al que descubrimos, a cada tanto, dando diente con diente en los gélidos y apenas protegidos soportales de las plazas de nuestros municipios. Sin rebozo, en lo tocante a la flamante “Presidenta”, lo cortés no quita lo valiente… ¡suerte y al toro!

jueves, 16 de diciembre de 2010

De ahí nace la tos a la gallina

En son de qué, nuestros representantes políticos en Catalunya, interpretaron que esto de gobernar las instituciones públicas iba de colocar cargos públicos de confianza (designación digital) en grado sumo. Por obra y gracia del Tripartito, en torno a medio millar de afines han comido la tira de tiempo de olla grande y ahora toca apearles el tratamiento porque quien presidirá la Generalitat en modo alguno aceptará esa bola. En una de esas, el más que posible sucesor a la Presidencia ya ha manifestado su intención de reducir en un burlesco porcentaje aquellos que los sustituirán. No es necesario masturbarse la mente para llegar a la conclusión de que resulta enormemente tentador para sus incondicionales políticos cubrirse el riñón, durante unos años, por medio de una mera y arbitraria designación oficial. En contraposición, solo pasa por gran estadista quien demuestra la talla de su liderazgo al moderar principalmente a sus propios partidarios. Con semejante declaración de intenciones, sólo nos resta, a los contribuyentes, hacer de tripas corazón o encomendarnos a san pies para evitar quedarnos en la espina de Santa Lucia. Es obvio que en todas partes cuecen habas, pero en la Comunidad Autónoma donde nací a calderadas y peor aún si, en dos paletadas, cualquier lugareño nos señala un ayuntamiento de minúsculo villorrio de nuestro territorio en el que hallaríamos una o varias de estas figuras de las que tanto goza rodearse quien ostenta el Poder. Es más viejo que mear en pared que mezclando lo malo con lo peor, en esta cuestión no iba a ser una excepción, dejamos el castaño oscuro para caer de bruces en la oscura boca de lobo. En sustancia, como la falta de liquidez de la tesorería pública es concluyente y ni a la de tres vamos a vedar el irreductible apego que demuestran nuestros gobernantes a obsequiarse con cargos de confianza, parece sensato exhortarlos a que se den el gusto cuando el número sea razonable; cuando no, que el mal hábito lo sufraguen de su bolsillo y todos henchidos de satisfacción… pasando de cuatro, cada uno fuma de su tabaco.

martes, 14 de diciembre de 2010

Hablar poquito y mear clarito

En vano, me he obligado a darme un buen tute intentando cobrarle ley a esta pulsión que muestran muchos representantes políticos de Catalunya en imponer su “llengua patria” incluso en los rótulos de nuestros comercios. Después de darme semejante panzada, todavía me ha sido preciso recurrir a la cruz y los ciriales para hallar sólo un punto digno de elogio. A diferencia de otros apartados de las leyes lingüísticas, en este concreto asunto y más aún en lo referente a las sanciones recaudatorias, sí aplican con celo el código legal vigente y no emplean, raro en ellos, la ley del embudo. En descargo de estos amantes de la imposición taxativa queda que la normativa legal no fue escrita en agua y aquellos que ahora descubren que no mancha linaje alguno el recurrir al Tribunal Constitucional en cualquier país democrático, entonces (1998) renunciaron a hacerlo. En casos contados, el encabezamiento de un negocio privado debería ser objeto de tanta atención por parte de nuestras autoridades y con más razón todavía en los tiempos que corren. Al hilo de lo anterior, como es de ley en cualquier democracia que se precie, sólo nos resta, a quienes no estamos de acuerdo con este orden de barbaridades legislativas, derogarlas en sede parlamentaria tan pronto como la oportunidad y los desequilibrios parlamentarios lo permitan. Dialogar con unos interlocutores que a calzoncillo quitado han sentenciado que en lo concerniente a esta materia no hay nada que hablar (tema sagrado), se me antoja misión harto difícil para el más pintado en este terruño. A buen seguro, inclusive cercado de adversarios con la declarada intención de hablar menos que mudos roncos, procede llevarse el gato al agua en buena lid. Para empezar, en las formas ya tropezamos con descuidos argumentales que no dicen mucho a favor de ellos por la colosal contradicción que adquiere relieve cuando profundizamos en cuál es el propósito de todo código lingüístico: la comunicación. Vaya, que allá se las compongan si no encuentran que entre las radicales posturas, no decir ni mu o hablar más que un ropero en día de fiesta, habita el término medio del que nos advertía el heleno filósofo. A más de la “exclusión” que desprende el concepto de la consabida Ley de Política Lingüística en lo tocante a la preferencia de sólo una de las más significativas lenguas propias que tenemos los catalanes, es de sentido común que imprime mejor en el ánimo colectivo el premio que el correctivo. No me hallarán hablando a tontas y a locas pero tampoco al paladar; por lo tanto, me resulta inexcusable no referirme al fondo de la polémica suscitada por la imposición, en rótulos de comercios, de la “llengua patria” de quienes menudean en torno al ultracatalanismo. En qué beneficia a nuestros tenderos coartarlos en la elección de las lenguas que mejor les convengan para hacer sus negocios más rentables y competitivos. Por descontado, las sanciones a las que, llegado el caso, han de hacer frente ni favorecen a los vendedores ni al conjunto de la población como potencial cliente, al menos en cuestiones pragmáticas. Además, en coyuntura de globalización de la economía, a qué inversor extranjero seduce traba accesoria o el obstáculo de no poder utilizar, cuando lo estime oportuno, sólo la lengua que le venga en gana, siquiera para este menester, con todo el poder selectivo que ello representa en subjetivas y legítimas políticas de imagen. Para rematar, sé que para algunos en Catalunya poner ahora sobre el tapete discrepancia alguna sobre el constreñido espacio de libertad en asuntos lingüísticos tiene la gracia como las abejas, en el culo. Qué voy a hacerle, en mi particular idioma el acento no recae en la formalidad sino en su uso mondo y lirondo… boca de verdades, cien enemistades.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Como pedrada en ojo de boticario

Pocos lugares hallará en Europa occidental, en la cual se presupone cierta calidad democrática, donde la impunidad con la que actúan ciertos políticos (ultracatalanistas) encuentre mayor y mejor gloria que en Catalunya. Pasa con demasiada frecuencia que si se pernocta bajo albergue nacionalista, todo lujo de atenciones a cuenta del erario público (subvenciones); si no… a la fonda del sopapo, que por un real dan dos platos. Basta echar un vistazo al libro de registro del Gran Hotel Parlamentario para percatarse de que los apellidos de categoría patria, minoritarios entre el pueblo llano, constituyen una arrolladora mayoría: revelador, ¿eh? A mayor abundamiento, figúrese que en el apartado de “motivo de la estancia” del formulario de inscripción, que con esmerada amabilidad hacen cumplimentar en recepción, el huésped catalanista, indica de manera explícita: “para quebrantar las leyes vigentes” (no acatar las sentencias de cierto tribunal, por poner un solo ejemplo de los muchos que prodigan en facilitarnos). Pues llegado el caso, la Hospedería de Interior del regio lugar se quedará más fresca que el dormitorio de una rana y con más razón que un santo porque es de justicia que la declaración del confeso es determinante pero no concluyente: paciencia y barajar. Le aconsejo que aún no se apee del burro en el asunto de marras porque al mejor escribano se le cae un borrón y, en las más de las veces, sucede que el jacobino huésped en sus fehacientes transgresiones legales, a la sazón, perjudica de manera manifiesta al conserje, maître o botones ante las mismísimas barbas del “detective d’esquadra” de la tetrabarrada Residencia Nacional. Pues ni por esas, “casualmente” el vigilante verá menos que un martillo enterrado en paja, esto es, que este endémico malhechor (“patriota”, como acostumbra a decirse por estos lares donde me trajeron al mundo) tiene todos los números para seguir campando por sus respetos. Es más, en ocasiones, hay humilde asalariado, que no sabe ni a tocino aunque le unten, que, en arranque de cándida osadía (suponga -sé que es mucho suponer-), se planta ante la Comisaría de la Dirección para informar del atropello a plana y renglón. No se sorprenda si el policía de turno (guasa aparte, a su seguro servidor le ha ocurrido en repetidas ocasiones; vaya, que es verídico) le espeta un “¿qué pretende que hagamos nosotros?, ¡vaya usted y ponga una denuncia al Juzgado!” y como hay agraviado que ante tamaña indefensión revienta antes que estar callado, entre dimes y diretes, acaba replicando un “si se me atraviesan los cables y le atizo una pedrada a la farola de ahí enfrente, ¿me denunciarán ustedes o también se cruzarán de brazos, esperando que otro modélico ciudadano se tome la molestia de ir al Juzgado a tramitar la acusación?”. Escribiendo en román paladino, no es necesario redoblar exhaustivas pesquisas para concluir que en Catalunya por ningún cabo se encuentra que muchos ultracatalanistas y las leyes de que nos hemos dotado en democracia confluyan. En suma, es feo como un pecado que lo advierta, mas topándose con alguno de los referidos… fíese de la Virgen, pero corra.

martes, 7 de diciembre de 2010

Quedarse en cruz y cuadro

En la vasta trayectoria pública del partido “socialista” en Catalunya (PSC), durante el actual período democrático, jamás se le vio tan contra las cuerdas como en estos días. Sacudido sin piedad por los resultados electorales del pasado 28 de noviembre, sorprende que sus líderes no cierren la guardia a puro garrotazo y tente tieso. Tal es así, que, la visión múltiple sobrevenida por años de arriesgada actividad, ahora, tras el golpe directo recibido, parece haberles producido incluso un desdoblamiento de personalidad o lo que es lo mismo… de alma. Mudables como la Luna, algunos de sus componentes, pertenecientes al sector ultracatalanista, prosiguen en su recital de fintas sobre refundación, de cara a la concurrencia, cual macarenos de taberna. No satisfechos con los golpes bajos lanzados durante dos legislaturas en el poder en contra de su parroquia de electores catalanes (que no catalanistas), ahora pretenden rivalizar con el mismísimo PSOE en el cuadrilátero del Congreso de Diputados. Entre asaltos, conmueve ver a los dirigentes derrotados en su esquina mirando el moco y no de dónde cuelga, mientras el ala más nacionalista, a su alrededor, no ceja en hacer mangas y capirotes con sus morrocotudos dislates patrióticos. Hay dicotomía en el verdadero púgil socialista que no muda cada semana, como camisa limpia: los partidos políticos como las instituciones públicas se deben a los ciudadanos y nunca al contrario como pretende el nacionalista a ultranza. Pero, en las postrimerías de la pugna, es de ver al cuidador de las esencias “verdaderas” ocultando la toalla mientras advierte al árbitro, en cómica pantomima, de la inminente mudanza del Partido al barrio de los calvos; es decir, a la fantasmagórica sepultura que él mismo ha excavado en el cementerio. ¡Jesús, María y José!

Igual le da “arre” que “so”

Me lo decía el corazón, que el que será cesante Vicepresident de la Generalitat no cejaría en proponer para los que comulgan con doctrina propia un sinfín de subvenciones públicas. Del mismo modo, estaba cantado, merced a su buen oficio, que recorrería las siete partidas de un extremo a otro del orbe sin dejar apenas tiempo para dejarse caer por casa siquiera a cambiar las mudas de su valija diplomática. Figuras de semejante calibre entran pocas en el quintal de la Historia, es por ello que se hizo perentorio rodearlo de patriotas de total confianza para tratar de hacer omnipotente la presencia de Catalunya en el Mundo a la manera de los virreyes de antaño. No es que pretenda ser el laurel de todas las salsas sino que se debe en cuerpo y alma a la observancia estricta del Estatut de Autonomía. De ahí se desprende ese llover a más y mejor las contribuciones, donativos y sostenes gubernamentales a organizaciones privadas de aquí pero también de acullá. En su obsesivo proceder, está siempre ras con ras “llengua pàtria” y “sobirania” del mismo modo que se codea la leche con el caldo de teta. En el tramo final de su mandato, viene rompiendo las cinchas para mejor dejar limpios los arcones públicos de polvo y paja: la friolera de casi nueve millones de euros aventados en la dirección pretendida. Las juventudes de su partido político, por chiripa, han sido agraciadas por enésima vez, ¡cosa excepcional!, con otro buen pellizco. Pero… no monten en cólera… quién les ha venido con el cuento de que estos son los incívicos que armados de botes de pintura y aerosoles nos dan la vaya practicando el arte parietal sobre lienzos de nuestros muros en pueblos y ciudades, estampando consignas independentistas firmadas con la misma sigla (JERC). De ser así, lo mismo, sin comerlo ni beberlo, nos acaban colgando el sambenito de cornudos y apaleados. Vaya, que, vacío ya el erario público, nos ponen en el brete de emitir otra remesa de bonos patrióticos, a altísimo interés, para pagar el adecentamiento de la cromática fiesta… ¡bueno va el óleo en Catalunya!

viernes, 3 de diciembre de 2010

Ligero como el ave de San Lucas

Estos días da que hablar el indecoroso sueldo y la pensión vitalicia, por desmesurados, que se embolsará quien presidió el Parlament de Catalunya después de abandonar el cargo oficial. Revela un provocativo insulto a quienes han visto menguada su irrisoria nómina o pensiones bajo la excusa de que las arcas públicas están hechas un bacalao. En este orden de cosas, para qué echar más leña al fuego trayendo a colación la exigua paga que se anuncia que dejarán de cobrar los desempleados sin prestación económica alguna. Vaya por delante que, contra individuo que se limita a demostrar buenas maneras al no despreciar aquello que se le ofrece, nada tengo que reprochar porque en ocasiones la necesidad come más que un sabañón. No obstante, el caso que nos ocupa merece echarle de comer aparte pues este conspicuo servidor público ha demostrado con creces ser poco amigo de apretarse el cinturón… en su vehículo oficial tampoco (deseo que se inclinen a interpretarlo en su sentido figurado, soy poco amigo de casar chanza y físico). A pesar de formar parte de una cuadrilla caracterizada en recordarnos machaconamente la maña que gastan los dirigentes políticos del resto de España en empobrecer al conjunto de catalanes; no se rasgó las vestiduras, mientras ocupó cargo de responsabilidad público, ni abanderó altruistas propuestas para que las retribuciones crematísticas de muchas figuras institucionales de Catalunya no doblaran a las de sus homólogos del conjunto del Estado. Quizá el independentista de pro nace con una innata habilidad para lograr que empresas donde el aprendiz multiplique por dos la remuneración del maestro sean el último grito en motivación y competitividad. Vaya usted a saber por qué en el imaginario soberanista el despropósito halla acomodo en el mullido y aterciopelado reposapiés de la justificación con una frecuencia pasmosa.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Burro de San Vicente, que lleva la carga y no la siente

Aquello que ocurre en Catalunya en lo referente a la “magnificación” de una corriente ideológica (independentismo) no se trata de una inocentada, tampoco de una pueril diversión, sino de la necesidad de supervivencia de un selecto poder político-social endogámico. Las más de las veces, ni siquiera circunscrito en torno a formaciones políticas declaradas inequívocamente independentistas. Por consiguiente, desde el orbe transversal nacionalista (CiU-PSC) se han activando todos los resortes a su alcance, el mediático y el nutrido entramado de sociedades civiles que subsisten al socaire de la subvención pública, con la intención de amplificar el mensaje, porque hasta la fecha les ha proporcionado pingües beneficios. Distraídas las masas en el territorio catalán en debates estériles, el dinero público, vía Generalitat, ha continuado fluyendo, incluso en tiempo de precariedad económica y financiera, hacía las élites de forma innegable. Asimismo, cierran este perverso círculo vicioso quienes ostentan la dirección en instancias superiores del conjunto del estado al continuar afanados en contrarrestar la supuesta avalancha independentista, tan contraria a sus intereses, con una burrada de traspasos competenciales. De momento, el conjunto del todo (España) no se ha transferido a la parte (Catalunya); no obstante, de seguir los acontecimientos por estos disparatados andurriales, haría bien en no descartarlo… no es mal amigo quien bien previene. Bromas aparte, cuantitativamente, el movimiento independentista en Catalunya, pasados unos nuevos comicios autonómicos, ha vuelto a menguar significativamente. En suma, si nos atenemos a lo sucedido en las muchas ocasiones en que esto ha ocurrido, a nadie extrañe que suban insoportablemente los decibelios de su cansina y machacona melodía soberanista; entiéndalos… burros serían si obrando del mismo modo esperasen resultados distintos a los que siempre han obtenido.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cada uno como pueda se explique y se rasque donde le pique

Estas pasadas elecciones al Parlament de Catalunya están precipitando a pie quedo la tramitación de irrevocables dimisiones en el seno de los partidos políticos que conformaban el Tripartit. Esta serie de forzadas renuncias, los protagonistas, no deberían atribuirla en modo alguno a tener la suerte de espaldas porque se lo han ganado a puro cojón. De todos era sabido que esta estridente alianza gubernamental reeditada hace cuatro años, la inmensa mayoría de los catalanes, no la quería ver ni en estampa. El mazazo con el que han sacudido a los tres partidos políticos en cuestión, aquellos que han decidido depositar su papeleta en las urnas, ha sido proporcional al grado de estridencia doctrinal que generaba cada formación con respecto a las dos restantes dentro de la tripleta. De ese modo se explica el impresionante desmoronamiento electoral de ERC y el anunciado cese en la actividad política de primera línea de quien llegó a presidir el Parlament de Catalunya durante dos convulsas legislaturas. Sin embargo, en lo tocante al máximo representante y principal responsable de estos pésimos resultados en los últimos comicios de la formación independentista, tira de espaldas su obstinación en aferrarse a un cargo que, en mi modesta opinión, siempre le quedó holgado. Pero, como no hay mal que por bien no venga, estos horribles siete años de Tripartit han servido para curarnos de espanto… porque quién sabe si el rumboso retrato del personaje aún lo hallaremos en los próximos carteles electorales diseminados por todos los municipios de la triangular geometría de Catalunya.

martes, 30 de noviembre de 2010

¡Vaya papeleta!

Que la colosal estructura del edificio del poder político del PSC en Catalunya ha quedado en estado enormemente ruinoso, tras el varapalo electoral del pasado domingo, no parece que vaya a ponerlo en duda alguien con dos dedos de frente. Hace algunos años (algo más de siete), cuando su candidato empezó a maniobrar, al encaramarse a la presidencia de la Generalitat, muchos progresistas creyeron encontrarse en situación de orfandad y no tardaron en mostrar gran estupor ante la deriva nacionalista de la federación catalana. Lejos de rectificar, con el cambio de líder al dar por finalizada la primera aventura tripartita, aun exhibieron mayor firmeza en la misma contradicción ideológica. La consecuencia del segundo examen, ante el electorado catalán, ha malogrado el arduo trabajo de décadas, además de dejar en la estacada quién sabe si en dilatado período a la formación política. Pero el engranaje que parece que ha sufrido mayor deterioro, en apresurado e imbécil alejamiento de los valores propios del Socialismo en un partido que hace gala del mismo en su propia sigla, es el de sus militantes y simpatizantes. Estos se han visto forzados, por los inagotables hechos de sus dirigentes en el gobierno de las instituciones públicas en Catalunya, a defender los mismísimos argumentos contra los que debían combatir escasos años atrás. Abrazar postulados propios del Nacionalismo, bajo el subterfugio del eufemismo “Catalanismo”, no deja de ser una de las muchas contradicciones en las que han incurrido desde el PSC. En el mismo sentido, el hacinamiento de ultracatalanistas entre la cúpula dirigente contrasta y chirría brutalmente con la ausencia de ellos entre las bases del partido y sobre todo entre su electorado natural. No obstante, pocas cosas han menoscabado más la paciencia de sus ya mosqueados seguidores, en el tramo final de la legislatura, que el ademán de aparente rectificación subyacente en sus promesas y actitudes electorales (el díptico bilingüe, el repentino desacuerdo con las multas lingüísticas, la extemporánea e hipotética cumbre anticrisis…, por mencionar algunas) solapándose en el tiempo con los últimos estertores de la acción de gobierno en la disparatada línea ininterrumpidamente seguida durante las dos últimas legislaturas. No hay quien hable más libremente que la pluma, pero las teclas de mi portátil carecen de pelos y como tampoco hay dos sin tres, mucho me temo que el sucesor de Maragall y Montilla pueda ser presentado en sociedad como el increíble adalid dotado de la persuasión necesaria para hacer pasar el Nacionalismo por la rama más pura y ortodoxa del Socialismo.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Dios sabe la verdad

Ahora, tras un elevadísimo escrutinio de los sufragios depositados en las urnas repartidas por toda Catalunya, estamos en disposición de prescindir de conjeturas, más o menos acertadas, sobre cuál es la realidad política actual. Ante la explícita correlación de partidos políticos surgida de la cita electoral, procede felicitar a la fuerza política más reforzada y que, pese a no haber obtenido la mayoría absoluta, se me antoja inimaginable que en los próximos días no halle la posibilidad de acceder al Palau de la Generalitat. Por consiguiente, no sería ocioso analizar el elevado grado de relación entre el rédito electoral cosechado por CiU y el despiadado castigo infligido al Tripartit por su manifiesta incapacidad para defender al conjunto de la sociedad de los feroces zarpazos que asesta la crisis económica. En mi opinión, la patética imagen de falta de liderazgo que ha trasmitido a la opinión pública, quien ha presidido el Govern en los postreros cuatro larguísimos años, empeorada permanentemente por la tragicómica relación interna de los diversos actores políticos que lo han formado, ha sido determinante para que hayamos asistido a un abrupto cambio de las fuerzas dominantes en la escena política de Catalunya sin precedentes en la etapa democrática. Vaya, a los salientes, que Dios les dé tanta paz, como descanso dejan. Refuerza el sentido de que el ganador lo ha sido más por demérito de su principal adversario que por mérito propio, los contrapuestos argumentos que la federación moralmente victoriosa ha ido diseminando en el tramo final de la última legislatura con el claro propósito de encaramarse al Poder: una contundente respuesta al Tribunal Constitucional, un espectacular aumento del independentismo y una concluyente derrota del PP en Catalunya. Pues bien, los partidos políticos que, indirecta o directamente, recurrieron el actual Estatut de Autonomía (Ciutadans y PP) han aumentado fehacientemente el número de catalanes que les apoyan; el cómputo total de diputados que alcanzan los partidos políticos que se declaran inequívocamente independentistas cae en número estrepitosamente y qué decir del espectacular aumento de escaños logrados por el PP. En adelante, quienes nos gobiernen en la novena legislatura están en su legítimo derecho de continuar doblegando la realidad catalana a voluntad o seguir hablando de la mar si lo creen oportuno; sin embargo, a muchos de nuestros conciudadanos, la dramática y precaria situación que hace mella en el seno de sus familias no les van a permitir expresarse con serenidad y diplomacia antes sus principales representantes políticos. Vaya, a los entrantes, que Dios los coja confesados de errar en fijar el orden de prioridades por más que busquen cabezas de turco.

martes, 23 de noviembre de 2010

A promesas de san Pedro, cumplimientos de Santiago

No hace muchas horas, en el debate electoral celebrado en una cadena televisiva en Catalunya uno de los principales candidatos a President de la Generalitat formuló, amparándose en la tolerancia, en mi opinión, una de las frases más intolerantes que jamás oí en medio de comunicación público: “Miren si este país es tolerante que ustedes vienen aquí, señora Camacho y señor Rivera, y hablan en castellano en la televisión nacional de Cataluña y no pasa nada”. No les parece que este, como otro cualquiera, sería un inmejorable momento en la Historia de Catalunya para detener el péndulo de la discriminación lingüística.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Al mejor cazador se le va una liebre

Estimado amigo:
Que no ha despertado notoria satisfacción, entre la inmensa mayoría del respetable en Catalunya, este espectáculo a modo de alianza gubernamental a la que se ha dado en llamar Tripartito, hace ya la friolera de más de siete años, es de dominio público. Sin embargo, en la primera singladura legislativa, pese a que muchos catalanes no tardamos en padecer los primeros efectos de tan singular congregación política, la acción de gobierno fue fiel al epígrafe del que, sin sentirse totalmente cómodos todos los integrantes, aún no renegaban; es decir, que aun accidentadamente se comportaban como una sola gerencia administrada por tres partidos con distinto grado de jefatura en función de número de sufragios recibidos. Una prueba inequívoca de ello es que cuando las estridencias provenientes del Govern irrumpieron en la escena mediática con gran estruendo (“Dragón Khan”) hasta convertirse en innegable protagonista del primer y arriesgado periplo de esta índole en la más alta institución autonómica, hubo quien (President) tomó la determinación de echar mano de las destituciones en Conselleries (bien por asunción de la gobernación del timón en unos casos, bien por sucumbir a cantos de sirena federativos –en exabruptos al mismísimo Presidente-). En tan particular odisea, los principales protagonistas depurados pasaron a la palestra de nuestra insigne Historia no precisamente por surcar inexploradas aguas mediterráneas sino por otra serie interminable de sinuosos y arriesgados periplos. Entre los más señeros procede colocar ribete de oro a un “silencioso” y relámpago viaje a una archiconocida ciudad del sur de Francia, a escasos kilómetros de la frontera; sin pasar por alto otro cuyo coronamiento nos ha de transportar a la mismísima Tierra Santa con el objeto presenciar un “jocoso” y enmarcado momento sin parangón en las instantáneas lindes del despropósito. Prosiguiendo en la enumeración de tan “sosegados” paseos el siguiente ha merecido prescindir del punto y coma para teclear un punto y seguido porque no hallaremos otro que mejor encarne la candorosa inocencia eco-socialista sino aquel movido por el eje de la hélice de un público helicóptero que gira en torno a la conciliación familiar y el molesto servicio a la sociedad durante el fin de semana.
Antes de las posteriores elecciones al Parlament, conocedor del rechazo que despertaba esta fórmula del Tripartito entre la población, quien terminó al mando de la nave en la segunda saga al frente de la Generalitat ya renegó públicamente del artefacto político; no obstante, eso no fue óbice para que lo reeditara con idéntico y penoso resultado, hoy por hoy, es decir, a una semana de que concluya tan traumática y chirriante experiencia. En el transcurso de la actual legislatura y pese a repetir los mismos partidos políticos con la misma coherencia ideológica (en la teoría, progresista), en esta ocasión (en la práctica) han sistematizado un peculiar modo de gobierno caracterizado por la cohabitación de tres gobiernos con sus competencias milimétricamente delimitadas con el propósito de evitar colisiones al menos en ese aspecto. Pero llegados a este extremo con tales alforjas empíricas, inmersos en plena campaña electoral convendría llamar al pan, pan y al Tripartito, Trigeneralitat o cualquier término de nuevo cuño que mejor estime el lector. Aunque sólo fuere para evitar incurrir en clamorosa contradicción semántica como la que tuve oportunidad de presenciar en un debate preelectoral, en el improvisado plató televisivo de la sala magna de cierta universidad de la parte alta de Barcelona, donde el licenciado, alto cargo institucional y representante independentista, al tiempo que parecía sentar cátedra al sentenciar que esta “maravillosa” inmersión lingüística en catalá impuesta en la escuela pública logra que los niños en Catalunya sean unos de los que mejor puntuación sacan en Lengua Castellana de toda España, sostenía que nuestra Comunidad Autónoma era relegada al puesto… “onceavo” (creo recordar), después de cierto “injusto” reparto estatal. Retirando la anécdota anterior al rincón de la margen de este escrito al modo de una mera acotación, el hilo argumental del tema que nos ocupa prosigue exponiendo un ejemplo gráfico que la misma tripleta de actores han puesto en relieve en el fragor de intestinas luchas por retener algún puñado de los votos que la mayoría de las encuestas pronostican que perderán posicionados como contrincantes a ultranza entre los que se distingue paradójicamente a dos partidos desde los que se promete a los electores como descosidos reformar significativamente, incluso abolir, aquellas leyes o preceptos que se aprobaron a instancias del tercero en liza como se aprecia nítidamente en la norma que limita la velocidad a 80 km/h en los accesos a la capital, hasta cuando se transita por despejadas y amplias autopistas.
Este punto y aparte anterior (¡lo saben, eh?) labra predecible y aterradora imagen sobre un hipotético tercer Tripartito que, al igual que en precedentes oportunidades, los mismos interesados se apresuran a desmentir, pero que de posibilitarlo la razón de la aritmética casi nadie descarta. Conque cada quisque atine con el voto como le dé la realísima gana, que si malo ha sido, al menos para el infrascrito, el Tripartito, se imagina usted un pacto postelectoral… a la griega: vaya, quien no se consuela es porque no quiere.

Sin otro “Tripartito” (¡ay, perdón! pretendía decir particular), un cordial saludo

Eduardo González Palomar

jueves, 18 de noviembre de 2010

Entrar por la manga y salir por el cabezón

Legión son los que desde instituciones públicas en Catalunya -ayuntamientos- se arrogan facultades que nadie en democracia les ha otorgado. Sin embargo, con las facultades que legalmente sí son inherentes al ilustre cargo de alcalde, sólo me resta interpelar a nuestros contemporizadores representantes democráticos (legislativos, ejecutivos y judiciales) para que tengan seriamente en consideración la necesidad de inhabilitar para las funciones que la pública ocupación trae aparejadas con urgencia a aquellos que incurren en flagrantes alcaldadas contra el “desamparado” ciudadano. La impunidad con la que actúan últimamente, amén de ser enormemente preocupante, socaba toda confianza en una ley que ha de mantener, sin excepción alguna, a todos los hijos de vecino bajo su imperio pero también bajo su paraguas protector. Muchos de aquellos de los que con más razón deberían predicar con el buen ejemplo ante el pueblo llano para alcanzar cierta autoridad moral ante sus convecinos, son los primeros en desprestigiar el ordenamiento jurídico establecido al vulnerar el código legal vigente. Los mismos que no vacilan un instante en aplicar la misma ley que ellos mismos incumplen con desmesurada saña para extorsionar ciudadanos por motivos ideológicos, lingüísticos, recaudatorios… o por complicados e inexplicables delirios de grandeza. En resolución, al tiempo que demasiados alcaldes se jactan públicamente de incumplir preceptos legales, discriminar “antipáticos”, excluirse moralmente de la Constitución e incluso mofarse de los que osen desde el mero y liso rango de ciudadano llamarlos al orden; ahora hasta la coyuntura tecnológica también podría formar parte de los mecanismos que les permitiesen perfeccionar sus abusos, armados de simples y versátiles cámaras de fotografía digital, al registrar todas aquellas infracciones que la diligencia de sus subordinados esté en disposición de recoger y, sin embargo, posteriormente multar selectivamente con el ardid de evitar dejar la notificación de la sanción en el limpiaparabrisas de los vehículos bajo peregrinas excusas: la intolerancia y el sectarismo ideológico unido a la perentoria necesidad de financiación local pueden agudizar el ingenio que es un primor.

De día no veo y de noche me espulgo

La Política en Catalunya requiere tal higienización que pongo en duda que un concienzudo barrido, un enjabonado persistente y un abundante baldeo sean suficientes para disipar el tedio, la resignación y la desconfianza que provoca en el grueso de la ciudadanía. No obstante, a la mayoría de representantes políticos no los hallará por ello llorando a moco tendido sino en disputas pueriles e insustanciales cuando no en magníficas y orquestadas maniobras de distracción para mejor entretener a la opinión pública mientras medran al amparo que les ofrece el Poder. Con la pertinaz crisis económica planeando sobre la mayoría de las familias que residen en esta comunidad, desde cierta formación política (por remarcar el último pretexto para traer a colación un tema que, de todos es sabido, es recurrente desde cualquier postulado ideológico) se han permitido deslizar, a los que somos naturales del lugar, que la actual legislación sobre la financiación de partidos obliga a bordear no sé qué líneas legales para mejor sufragar los gastos que la desacreditada actividad trae aparejada (explicado de este modo incluso despiertan cierta conmiseración, ¿verdad?). Sin embargo, obvian irrespetuosamente que el deseo generalizado del contribuyente es restringir significativamente las ingentes partidas presupuestarias destinadas para tal menester (a quien guste presentar alguna duda sobre lo extendido de la pretensión se le aplaca el prurito invitándole a hacer un referéndum –consulta popular tan anhelada para otros menesteres menos demandados-). Por consiguiente, desde el poder gubernativo, o en su defecto desde el que lo ostentó sucumbiendo a semejantes debilidades, no vacilarán un solo instante en desautorizar sistemáticamente, sin sonrojo alguno, al osado que se manifieste en contra de este perverso orden de cosas establecido desde arriba, con dislates semejantes al “estamos hablando de cantidades insignificantes” (¡más insignificante es la revalorización anual de la pensión de mi querida mamá y…!). Tras el primer golpe defensivo, pasa a ser ineludible contraatacar taimadamente, justo en ese preciso instante en el que reina cierta mezcla de desconcierto e indignación en quien se ha convertido ya en declarado adversario, y lo hacen tratando de seducir al “pesado”. Tienen por costumbre esbozar una almibarada sonrisa al tiempo que espetan un “convénzase, buen hombre, esto que para usted es un gran handicap para el óptimo gobierno de nuestro maltrecho erario público, en realidad, no pasa de ser el chocolate del loro”. Pero si llegado a tan indeseado extremo, el “inoportuno” ciudadano de turno es, además de tozudo, tan corto de entendederas que no capta que nada tiene que hacer ante quienes atienden las apremiantes necesidades del pueblo llano como los que oyen llover, pues, ¡ay madre!, además de retirarles el vocativo de “buen hombre” en menos que canta un gallo, son muy capaces de jurar y perjurar, por lo más sagrado, que susodicho individuo es, ni más ni menos, que el hijo de la mismísima Demagogia.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cuanto menos bultos, más claridad

Conocedores de que las innumerables encuestas realizadas hasta la fecha se empecinan en representar tan expresiva talegada electoral, a sólo unos días de la celebración de otros comicios autonómicos, desde ERC se ha echado mano, con el propósito de mantener prietas las raquíticas filas, de unas de las estratagemas más incandescentes de todo el manual nacionalista por antonomasia: el enemigo externo (Andalucía). Después de siete años en el poder ejecutivo en Catalunya, finis coronat opus, idóneos para revertir todo género de supuestas injusticias recaudatorias; tras permanecer desaparecidos en medio de refriegas en las espesuras de la identidad y la imposición lingüística; sacudidos de carnes en todos los frentes donde aún conservan algún representante público sentado en mullido escaño y emboscados por belicosas facciones salidas de su propia soldadesca, sólo alcanzan a sorprendernos con la ocurrencia de tocar a rebato, en salida de rocín tuerto, con torcido rostro de este jaez: “en Andalucía no paga ni dios”. Para más inri de los agresores, quizá para descargar tan debilitada acometida, a los agraviados e ingeniosos andaluces, les baste con rehuir el combate cuerpo a cuerpo y desde su amplificadora posición moral desarmar al provocador independentista contrapunteando a pipiricojo aquel popular latiguillo a ritmo de alegrías… “con las bombas que tiran los fanfarrones…”.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ópera bufa

Desde las instituciones públicas en Catalunya quienes mueven los hilos, vaya, los peces gordos, llevan largo tiempo -30 años- tratando de extender el monótono escenario de su farsa al ancho panorama exterior; esto es, Catalunya en su conjunto e incluso, en la apoteosis de la representación - por qué no-, lo que en el argot de esta peculiar compañía se ha dado en llamar, “Els Països Catalans”. Para tan indescriptible tarea, no han dudado en incrementar progresivamente la “troupe” de funcionarios y altos cargos de confianza con toda índole de operarios hasta límites insostenibles. Algunos, cual avanzadillas de inconfesables ensoñaciones propias de toda obra nacionalista, como representantes lanzados por esos mundos de dios para sentar plaza en futuras y exitosas giras allende las estreñidas fronteras que la Historia se encaprichó en determinarles. Para tan arriesgada puesta en escena, quién mejor que alzapuertas salido de la propia familia de los primeros actores del reparto. Para garantizar que la empresa perdurase en cartelera, apenas tuvieron que vencer escrúpulos al dotarse de una prensa fiel y agradecida, muy dada al buen vivir al amparo de abundantes anuncios institucionales a toda plana bien remunerados, cuando no de suculentas subvenciones públicas “periódicas” que por supuesto –no me sean, por favor, mal pensados- nada tienen que ver (en tan noble profesión es notorio que existe una extendida inclinación a trabajar por amor al Arte) con la publicación de artículos de fondo, editoriales, columnas, reseñas y otras bagatelas por el estilo. Añadido a lo anterior, para mayor y mejor penetración en lo grueso del patio de butacas de los cuatro cuadrantes provinciales, cierto día, un anónimo seguidor de la causa tuvo la cardinal idea de introducir estratégicamente entre el público asistente al graderío y en el patio de butacas lo que se conoce por “sociedad civil” y un sinfin de plataformas privadas archisubvencionadas para mejor contagiar a patalear, aplaudir o silbar según el lance requiera, vaya, lo que cualquier desalmado, como quien esto escribe, calificaría como los más eficientes apuntadores convertidos en correa de trasmisión de la voluntad política de los mayores empresarios de la Magnánima Institución Pública. Como enlace final, lo que hace que todo quede aparentemente “anudado (no sea que alguien se ofenda si escribo atado) y bien anudado” tuvo su preludio en esta ópera bufa el mismo día del ensayo general antes del gran estreno ante el respetable pueblo llano donde la sacrosanta Dirección del sector acordó una suerte de parodia a modo de Ley Electoral donde todos los votos no tenían la facultad de sumar lo mismo; es decir, la función más representada podía ser la menos galardonada, todo dependía del cuadrante donde se ubicase el componente del Gran Jurado. De tal manera que, un solo voto (el del coro) podría neutralizar a cuatro (el de figurinistas, maquilladores, porteros y encargadas de guardarropas) de la provincia con menos partidarios de la obra nacionalista oficial. Sin embargo, tanta “perfección” difícil será que dure cien años en este orbe tan inclinado a reverenciar a la musa “Moda” y más pronto que tarde… bueno ya saben ustedes… ¡córcholis! (es lo más fuerte que jamás escuché decir a la beata prima –Pilar- de mi difunto papá), no será un servidor quien lo deje caer, pero las “malas lenguas” de un tiempo a esta parte aseguran que cierto guión hiperrealista, interpretado por una compañía de amateurs que se da en llamar Ciutadans (pisó el escenario del teatro Tivolium hace unos años y recientemente ha representado en el Romeum con gran júbilo) el 28 de noviembre en la Gran Gala aspira a colgarse algún laurel. Ah, por cierto, si les preguntan, a mí ni me conocen, que tengo entendido que los que cortan el bacalao en las altas instancias gastan malas pulgas y yo lo último que busco son problemas.

Colorín colorete, por la chimenea sale un cohete

De no ocurrir acontecimientos que alteren traumáticamente el normal devenir de los acontecimientos, en pocos días podríamos constatar cómo se suma otra -la enésima- prueba inequívoca en el haber de aquellos que sostenemos que el ardid político del último Estatut de Autonomía no obedecía a exigencia social alguna sino a otro mecanismo que permitiese seguir ahondando en el intento de pintar de un solo color la identidad colectiva de los que vivimos en Catalunya. No ya que las innumerables encuestas sobre intención de voto para las inminentes elecciones al Parlament de Catalunya, que también, sino lo que se capta cuando el ciudadano de a pie sin la férula del micrófono del medio de comunicación de turno expresa su opinión en improvisada charla: que aquellos “díscolos” partidos (Ciutadans y PP) que, además de votar en contra del Estatut, interpusieron recurso de inconstitucionalidad -indirecta o directamente- al Tribunal Constitucional incrementarán el porcentaje de los sufragios recibidos, incluso con la irrupción en la escena autonómica de otra formación política (UPyD) que luchará denodadamente por entrar en la cámara catalana con idéntica intención, desde sus obvias diferencias ideológicas, de arrojar Realidad sobre el monocromatismo de la identidad “oficial” y, por consiguiente, diluir esa pátina que se ha ido formando a lo largo de tres décadas en las que la clase política dominante no ha reparado en gastos para mantenerla a salvo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Aunque vestido de lana, no soy borrego

Alterar el estado virginal de la realidad, practicando un estilo singular, forma parte del devenir del editorial de infinidad de medios de comunicación del entorno nacionalista en Catalunya y, en su defecto, de todo aquel que evite significarse ante quien maneja la espita de la subvención pública con afectado maniqueísmo. Hace escasos meses, pudimos ojear como una porretada de periódicos publicó un editorial conjunto para escarnio de la pluralidad ideológica de quienes somos dados a leerlos. En el conglomerado mediático, desde la distancia apenas se perciben voces altisonantes que hasta no hace mucho tiempo se trató de solapar bajo una excusa pintiparada: vivíamos en una suerte de vergel alejado de la mundanal tendencia a practicar los vicios que la política miserablemente suele traer aparejada y a la que se dio en llamar “el oasis catalán”. Allende nuestras fronteras, donde los amortiguadores óbolos de la subvención pública son incapaces de regar en toda su extensión, publicaciones desinteresadas o empresas que a la sazón operaban aquí proyectaban una realidad alejada de la oficial que a la postre, con el trascurso de los años, se ha mostrado axiomática. En lo referente al terruño, desde lo vasto de cualquier sociedad a la que se ha tratado denodadamente de colocar el sambenito de la única identidad, extraño ha sido que no surgiesen ciudadanos “atravesados”. Al principio se creyó que tirando de manual nacionalista (“catalanista” como gustan definirse para huir de términos denostados por la implacable Historia) bastaría para una desautorización ejemplarizante. No obstante, aquellos a los que les asisten razonamientos democráticos profundos y se les atiza desde sus propias instituciones públicas con la tranca de la injusticia son difícilmente sofocados. Lo que en el origen fue un puñado de ciudadanos, hoy por hoy, ya cuenta con una exigua representación parlamentaria (Ciutadans) con contrastadas opciones de aumentar su apoyo popular considerablemente en el próximo paso por las urnas el 28 de noviembre. Sin embargo, lo más significativo, en mi modesta opinión, es el mimetismo que ha empezado a suscitar en otras formaciones políticas atrapadas desde hace décadas en las redes del acomplejamiento político echadas con gran destreza desde las filas del nacionalismo excluyente.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Barre la nuera lo que ve la suegra

Aparentemente, ceder a la obstinada ambición de los que en este territorio pretextan defender el bien común, alertándonos de los estragos que nos acarrea el infame “déficit fiscal de Catalunya”, es una propensión natural en cualquier individuo. No obstante, respecto a lo anterior convendría no pasar por alto el porqué a estos interesados sujetos que dotan de capacidad para poseer déficit fiscal a un determinado territorio en España pasan por alto el mayor desequilibrio fiscal que existiría entre la provincia de Barcelona y las del resto de Catalunya o el aún superior que hallarían entre el barrio de Pedralbes (Barcelona) y el de La Mina (Sant Adrià de Besòs). En términos de irrefutable realidad podríamos hallar el máximo exponente en desproporción hacendística entre el individuo que de manera fehaciente más tributa y el que menos.
Bajo los efectos de un paroxismo patriotero muchos se erigen en la voz de Catalunya (¡vaya usted a saber si es por ello que a mis 43 años aún no he acertado a discernir si Catalunya habla con voz gutural o nasal?) desde tribunas mediáticas, simples asociaciones privadas (debidamente subvencionadas con dinero público) o instituciones gubernativas de rango menor. En el supuesto de que lo que pretendan fuere hacerlo en nombre de los catalanes, huelga decirles que somos de toda condición y pelaje. El “hecho diferencial” al que tanto gustan traer a colación desde el mundo soberanista a modo de extraordinario aglutinante catalanista se hace añicos con sólo darse un atracón de realidad a pie de calle y constatar lo mucho que nos aleja ideológicamente a unos de otros; la diversidad racial o lingüística de nuestros conciudadanos; el abismo que dista entre los que son creyentes religiosos y los que, como un servidor, se saben agnósticos por tolerancia y ateos por convicción y tantos otros hechos diferenciales “autóctonos” como el espacio, el tiempo y la capacidad de nuestras seseras nos permitiesen exponer. No obstante, todo lo expuesto anteriormente no debería ser obstáculo para que unos seres humanos fueren iguales en derechos y obligaciones en cualquier sociedad que como tal aspire a llamarse democrática.

martes, 14 de septiembre de 2010

A quien de bailar tiene ganas, poco son le basta

Hoy por hoy, desde el mundo independentista en Catalunya se sostiene una reñida competición por colgarse la acreditativa medalla del esperpento. Su cohorte de voceros políticos y mediáticos no pierden oportunidad de repetirnos mensajes de esta estofa: "crece el número de independentistas en Catalunya"; sin embargo, el único partido político con representación parlamentaria que se define inequívocamente independentista cosecha reveses electorales de modo acusado desde hace una pila de años. A mayor abundamiento, hasta las encuestas sobre intención de voto son con ERC, a escasas semanas de las próximas elecciones autonómicas, enormemente contundentes al interpretar la enésima caída en número de sufragios. El singular atenuante lo establece una incógnita sobre cuántos de ellos pasarán a engrosar los resultados de otras formaciones políticas de nuevo cuño y reciente fundación dentro del orbe "soberanista". Otro de los característicos mensajes, a modo de advertencia, utilizado como pretendido instrumento disuasorio, deja un rastro de pueril trasparencia que se revela ineficaz a leguas: "si hacéis aquello que perjudica al movimiento independentista, este aumentará"... vaya, si lo beneficia para qué lo advierten, ¿para que lo perjudique?
Pasada la "Diada", incluso esa costumbre de colgar "senyeres" y "estelades", se ha vuelto a constatar que decrece de manera significativa por parte del conjunto de la ciudadanía año tras año, pese al vano intento de aguerridos partidarios de la causa de apiñar gran número de banderas en lugares visibles de una misma vivienda (ya por supuestas premisas desde partidos políticos, ya por iniciativa propia). La manifestación del 10 de julio de 2010 también nos la han tratado de magnificar, desde las huestes independentistas, como una muestra más del incremento de incondicionales y un "hecho sin precedentes en la Historia de Catalunya"; obviando la mayor distancia del recorrido y cifras ofrecidas por la organización convocante de la celebrada el 18 de febrero de 2006 por motivos semejantes y con mismo afán de desprestigiar el cómputo desinteresado de asistentes.
En resolución, los datos objetivos hacen prescindir de ociosas matizaciones para sostener que en Catalunya hay "menos" independentistas, hoy por hoy.

martes, 25 de mayo de 2010

Perdonen por el bucólico epílogo

Brama el motor de la involución: la Igualdad se desvanece. Demasiados independentistas en Catalunya asumen como derecho inalienable el negar sistemáticamente a los que no participan de su universo pancatalanista derechos lingüísticos e ideológicos elementales. Muchos de ellos, espoleados por esta involucionista dinámica de arrogación, conculcan derechos a castellanohablantes y "no nacionalistas" incluso desde instituciones públicas en Catalunya. En ocasiones, actúan con total impunidad; las más de las veces, con complicidades tácitas. De tarde en tarde, alguna figura institucional (Síndic de Greuges de Catalunya, por ejemplo) les afea tan totalitaria inclinación política. Entre tanta umbría y tan escasa solana cuán desvaída queda la Igualdad en el campo catalán.

miércoles, 7 de abril de 2010

Desgarrador lastre

Afirmar que la cicatriz que esculpe la elevada cifra de desempleados en el conjunto de la población en Catalunya y del resto de España es lacerante, en momentos como los actuales, no pasa de ser una perogrullada. Qué seno familiar no alberga al menos un drama provocado por la desfavorable coyuntura económica y la manifiesta inoperancia de nuestros dirigentes políticos para atajar sus secuelas. Qué manzana de núcleo urbano no alberga cartones bajo los que se guarecen seres humanos desasistidos de cualquier auxilio social. Demasiados de los parados más necesitados de ayuda institucional ni siquiera fueron receptores de unos centenares de euros que ocasionalmente nuestro Gobierno a la sazón, antes de unos comicios electorales, decidió repartir interesadamente. Demasiados de los desocupados más necesitados ni siquiera existen como “parados oficiales” merced al arbitrario criterio fijado por nuestros gobernantes que en ocasiones alcanzan a redondear la bochornosa exhibición de excluir de la abultada lista de desempleados que trasladan a la opinión pública, a modo de mero lastre, hasta el extremo de no contabilizar como tales aquellos que se agarran a la tabla de salvación que supone un simple cursillo de formación… huelga decir que susodicho criterio no es utilizado para suprimir de la nómina de afiliados a la Seguridad Social a todo aquel trabajador en activo que acertadamente haya decidido ocupar parte de su jornada libre o laboral en un curso de formación continua.

sábado, 6 de febrero de 2010

Correr como gato por ascuas

Señalar una aciaga fecha contemporánea desde la que dirigentes políticos de la cuerda independentista en Catalunya hipotecan el futuro de la colectividad para la que debieran gobernar como integrantes del Tripartito se me antoja un descabellado atrevimiento. No obstante, me atrevería a opinar que, de un tiempo a esta parte, evidencian una supina incapacidad para atajar la pérdida de votos que de modo acusado padecen, espoleados por un incontenible ímpetu por demostrar que a nacionalistas no les gana ni el más pintado... aunque para ello en ocasiones se salgan del mapa y los limitados recursos públicos acaben por dar un brinco para salvar el escollo pirenaico -Francia- donde erigir aulas en las que poder aleccionar en la “llengua patria”. En su huida hacia adelante, redoblan su característico empecinamiento por anteponer un modelo reducido de una particular y peculiar “nación” que colisiona frontalmente con los intereses perentorios de una creciente mayoría de ciudadanos que en tiempos de convulsión económica se sienten ávidos de pragmatismo político. Resulta harto significativo repasar las onerosas repercusiones que para nuestros empresarios suponen las pulsiones lingüísticas llevadas hasta el extremo de la sanción económica o la imposición de cuotas en las salas cinematográficas “privadas”. Del mismo modo, las pretendidas reorganizaciones territoriales destinadas a finiquitar las demarcaciones administrativas del Estado que, como el “Estatut”, no parecen destinadas a satisfacer una demanda social del conjunto de los ciudadanos. Sería osado afirmar que gran parte de la labor legislativa planteada desde el condicionado Ejecutivo del Palau de la Generalitat, por las huestes independentistas, va dirigida a la consecución de un conflicto de marras con el Gobierno Central con el anhelado propósito de reverdecer viejos repuntes -2004- en escrutinios electorales porque los adversarios políticos sí que parecen haber aprendido la lección y hoy por hoy sortean el envite con gran soltura. Más que osado, insensato sería pensar que todos sus cargos con responsabilidad política anteponen intereses crematísticos a la consecución de unos ideales. Sin embargo, ¿sería absurdo llegar a la conclusión de que tras una compleja organización política subyace una monomanía… la independencia, sin más?

viernes, 5 de febrero de 2010

A barras derechas

La precisión léxica en Catalunya cobra un relieve de una importancia superlativa para ciudadanos poco amigos de las adhesiones inquebrantables al régimen nacionalista. Para el resto, como el que oye llover, tiene tan interiorizado ciertos mensajes que no repara en lo que chirría la ficción que destilan. El hecho de que a nuestros dirigentes políticos no les resulte cómodo usar términos como “ciudadanos”, “catalanes”, “seres humanos”, en la mayoría de las hueras proclamas con las que cansinamente nos taladran, resulta un buen indicador de lo que resulta accesorio, incluso contraproducente para el interés general de la ciudadanía. Por consiguiente, con suma facilidad se podrá observar en sus discursos, por reiterativos hasta el hartazgo, que el supuesto beneficiario que los mueve va desde “el país” hasta “el territorio” pasando por "la lengua patria”.